Dormir es una de las experiencias más placenteras. Y lo es porque, cómodamente refugiados en la otra dimensión, la onírica, se viven experiencias imposibles en una realidad donde casi todo es previsible. De ahí la enorme capacidad regeneradora que tienen los que sueñan despiertos, como este chaval que me encontré hace poco en un centro comercial. Absorto, pensativo, reflexivo... contruyendo su mundo. Construyendo nuestro mundo.
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