Hay lugares con un magnetismo especial. Te atraen. Te seducen. Y finalmente te cautivan. La plaza de las Pasiegas, adyacente a la colosal catedral de Granada, tiene este poder imantador. Me encanta sentarme en su escalinata, solo o acompañado, y observar el paisanaje. A principios de verano hice esta foto. Ahora que el otoño se arrima he visto oportuno recuperarla.
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